Me di cuenta que hace mucho no reseñaba una serie en este espacio. Por consiguiente, me receté la primera temporada de The Young Pope, del director vivo más importante de Italia, y quizá del director vivo más importante más allá de Italia.
Me refiero, por supuesto, a Paolo
Sorrentino.
No es la primera vez que nos ocupamos en
este espacio de este extraordinario autor genovés. Hemos reseñado ya películas
suyas como Las consecuencias del amor (2004), Il Divo (2008) This
must be the place (2011), o Youth (2015). Ahora comentaremos su obra
The Young Pope, que se estrenó el domingo 12 en Fox Premium para
Latinoamérica.
The Young Pope es una serie de autor, que no es decir
tampoco tanto, hoy en día, pues hoy en día, y desde hace rato, muchas series
son de autor. Pero da la impresión que The Young Pope lleva las cosas a
otro nivel.
Sorrentino, como ya hemos querido dar a
entender, es el cineasta italiano absoluto de estos días y quizá de este siglo,
se introduce continuamente al volksgeist de Italia, su idiosincrasia, su
cultura, su hampa y por supuesto su religión. Era imposible que no explorase a
fondo el asunto del Vaticano, ese país dentro su país.
Lo hace por medio de una serie
brillantísima, una coproducción entre Italia, Francia, Estados Unidos y España,
con productoras como Sky Italia, Haut et Court Tv, HBO, Canal+.
Empezó a modo de encargo, un encargo
sobre el Padre Pío. Y de ahí dio un salto tremendo: Sorrentino optó por un
retrato poderoso y, llegado al caso, escandaloso, sobre un Papa fictivo, Pío
XIII, Lenny Belardo, de nombre secular, representado por un consumado Jude Law
(en lo que bien puede ser el papel de su vida). Es este rasgo
escandaloso el que llama la atención de espectadores no católicos y de los
mismos católicos también.
La serie (que no es una miniserie, como
a veces se le describe, puesto que ya tiene confirmada una segunda temporada)
comienza con el advenimiento de este –joven, pues– Papa norteamericano al
máximo trono de la Iglesia, y a partir de ahí, nos caracteriza un personaje
complejo, oscuro, sináptico, delineado por los trazos impecables de Law y los
diálogos dominadores, excelsos, de Sorrentino. Lo que vemos en la primera
temporada son los años inmediatos después de su nombramiento.
También nos describe el medio cargado en
el cual se mueve: la Santa Sede. Una tarea que no pudo ser fácil, dada
el escaso acceso a la misma, y que fue literalmente reproducida en el estudio
romano de Cinecittà.
Como apenas conozco el Vaticano –estuve
apenas un día ahí, y en su lado obviamente público– no sé cuánto hay de
realidad en lo que Sorrentino nos busca dar; estoy seguro que hay mucha
realidad y que hay mucha poesía. Aparte de ser filmada en estudio, The Young
Pope también utilizó locaciones en
Italia, Estados Unidos y África del Sur.
Sorrentino tiene la llave: la llave de
la fórmula trinitaria que une lo pío, lo poético y lo político. The Young
Pope es una confesión de detalle, humor, búsqueda, delicadeza, fascinación,
virtuosismo, autoridad, sortilegio, fondo y trascendencia. Todos esos elementos
se apoltronan en una serie sublime, que aún si yerra de vez en cuando, es tan
rica, tan cromática, que la perdonamos en el acto y sin rosarios.
(Contraluz publicada el 17 de marzo de
2016 en Contrapoder.)
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