Lo que no fue

Es lo que pudo ser y no fue. Por muchísimo amor y avemarías que pongamos en ello, hay porvenires que simplemente no se dan. Tenemos la expectativa de que un huevecillo reviente (¡revienta, huevecillo!) y no revienta. Revienta otra cosa, no necesariamente agradable. A modo de ejemplo, las tres siguientes películas.


Indignation (2016). Algunos de ustedes lectores sentirán que perdieron al amor de su vida: puede que esta película les interese.  Está basada en una novela de Philip Roth. Es una historia muy sobria, nada ventajista, muy discreta, apenas dramática, y sin embargo tiene una suerte de fuerza interior para aquel que sepa merecerla. Es un romance, en un campus; un romance y un amor que no se respetó, y la consecuencia de ello fue, acaso, la muerte, la locura. En aquella sociedad norteamericana de los años cincuenta, ¿qué lugar había para la liminalidad psicológica, intelectual, sexual o de cualquier índole? ¿para la indignación? Los modales religiosos, familiares, socioeconómicos, académicos, culturales y nacionales abrumaban las decisiones de los individuos, que muy pronto dejaban de serlo. Sin embargo no es una película moralista a la inversa –fácilmente contramoralista, quiero decir. Las tensiones que plantea son más elegantes que eso.


Nocturnal animals (2016). Ya sabemos que es una película que ha recibido mucha atención. Es buena. No sé si tanto como dicen algunos, pero es buena. La trama es una trama dual. Nos muestra la historia de una mujer con un hombre. A la par muestra la historia del libro que este mismo hombre ha escrito, que esta misma mujer lee. Con lo cual se da un imbricamiento de ambas líneas narrativas: no solo la historia del libro se inspira en la historia de amor/desamor, además la está afectando directamente. Al final, la película es sobre un reencuentro que nunca cristaliza. Mientras llega ahí, expone la socialidad vacía y el engaño propio de una clase social, a la vez que concibe un homicidio (o dos, o tres) y una revancha en un desierto que da el toque de angustia y neo–noir. Con Jake Gyllenhaal y la (por estos días ubicua) Amy Adams.


The Light Between Oceans (2016). No hay nada en el mundo que pueda superar una buena historia, y esta lo es. En realidad, es la historia, pero luego es el setting (en un rincón marítimo de Australia) y es la exploración moral que propone, la situación tan estólida que presenta. Una pareja que no puede tener hijos decide apropiarse de una niña. Lo imaginaron todo como una fotografía de felicidad, pero esta clase de transgresiones tan escaldadas atraen muy pronto los escualos del karma y de la culpa. Así pues, esta es la historia de una paternidad–maternidad que nunca se dio. Se agradece, aparte de la cadencia y contigüidad clásica de la trama, la actuación de un Michael Fassbender, maestro, de una Alicia Vikander, efectivísima, y de una impoluta Rachel Weisz.





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