No sé si siempre tendremos
Paris, pero de plano tendremos los Oscar. Los Oscar aciertan o fallan, pero
siguen siendo un formidable contenedor del amor por el cine y del poder de su
industria. Por tanto, respetamos los Oscar. Aquí la primera de dos entregas que
exploran las nominadas a mejor película.
Arrival (2016). Nominada a ocho Oscar. La
película me gustó, como a todos. Unos incluso (y no pocos) fliparon, lo cual
aclaro no fue mi caso. Simplemente me gustó. Se lo atribuyo a que hay una gran
sed de otredad y de inefabilidad en el ambiente que yo ya tengo más que
resuelta, aunque no particularmente en forma de singularidad alien. Por otro
lado constatamos que la comunidad más racional también mostró alguna clase de
aprecio por la cinta, dado que después de todo emplaza un sci fi no pendejo,
serio y bien diseñado. El spin del final es un buen logro de trama, que nos
pone a meditar sobre el tiempo, el libre albedrío, la causalidad. Creo recordar
que también me gustó la música. Como sea, poner a competir este filme a nivel
de los Oscar es factible pero también dubitable. Este comentario bien puede
ganarme un pogromo, lo sé. Pero yo siento que seguramente hay otras películas
que dan equivalente talla y que sin embargo no figuraron en el palenque. A Amy
Adams siempre dan como ganas de recordarle que se ponga protector solar.
Hacksaw Ridge (2016). Yo he defendido y defiendo a
Gibson. No lo que hace en su vida privada, sino su actividad cinematográfica, y
es de celebrar que esa bruma de ostracismo en la cual lo tenían envuelto se
disipa más y más. Gibson no es un serote a poner debajo de la alfombra, vamos.
Por el contrario, es un actor muy efectivo, y un director muy competente, con
títulos nada deleznables. Hacksaw Ridge es una muestra de su pericia
(nos recuerda, entre otras cosas, lo bueno que es Gibson para filmar batallas).
Que yo celebre a Gibson, ahora, no quiere decir que no le guarde críticas. La
principal es la manera en que Gibson rechaza toda deconstrucción del heroísmo,
y sublima supuestas trascendencias y libertades que son portadoras de increíble
agresión. Nos parece a ratos sospechoso y a ratos repugnante. Gibson es un
experto en escenificar situaciones duolíticas, tipo bien–versus–mal, o dios–versus–demonio,
o territorio–versus–invasión. Pero hay algo muy oscuro en su propuesta, en
tanto que falla en revelarnos las connivencias inherentes de este dualismo
insincero, e indicar las verdaderas complejidades éticas de la situación
presentada. Desmond Doss, el protagonista, entresacado de la realidad, no
utilizó un rifle, es cierto, pero salvó a muchas personas que sí lo hicieron, y
puso su beatitud al servicio de un sistema asesino y por supuesto explotador.
Por demás, en Hacksaw Ridge no hay un solo momento en donde se muestre
la alteridad o humanidad real de los japoneses: y cuando la hay, como cuando
ese soldado nipón aparece herido, solo es para confirmar la vocación salvífica
y patriota del protagonista. Si este paletismo moral, que aborrece de los
claroscuros, viniera sin consecuencias, sería perfecto, pero lamentablemente
emplaza una visión del mundo que nos tiene donde estamos. Gibson no merece el
ninguneo, porque es muy bueno en lo que hace, pero jamás será un gran director
mientras perpetúe estas fábulas asimpladas y regresivas.
Hidden Figures (2016). Esta es una historia relevante,
sobre todo porque reencuadra y reescribe la Historia, así con mayúscula. En
este caso, la Historia de la carrera espacial, que siempre se vio como un logro
de hombres y de blancos, pero resulta que lo fue también de mujeres y de
negros, es decir de negras. Montar el filme habrá tenido sus retos, y lo mismo
el libro del cual nació –de Margot Lee Shetterly– por un tema que muestra
complejidades tanto humanas y culturales como matemáticas y objetivas. La NASA.
Los sesenta. La promesa.
Fences (2016). Una pieza teatral (sublime)
llevada a película por Denzel Washington, que aplica pues como director. Es un
portento, el filme. Me pareció excepcional, en tantos niveles, por ejemplo los
dialogales, y si no se lleva algún premio, me voy a poner bravo. Si alguna vez
tuviera la oportunidad de hablar con Denzel Washington le diría: "Mr.
Washington". Y ese "Mr. Washington" vendría aureolado de mucho
respeto, porque conozco mis jerarquías, y porque reconozco la nobleza artística
y la corpulencia actoral ahí donde la veo. De otra parte, nunca terminé de
entender por qué a Viola Davis no la pusieron directamente en la categoría de
mejor actriz, siéndolo. Llamarla aquí actriz de reparto, aún nominándola, es
simplemente un error. La película viene con esta última oleada de películas de
la dignidad afroamericana (Hidden Figures, The birth of a nation, Free state
of Jones, Loving). Pero emana universalidad más allá del asunto, siempre
urgente, de la raza.
Hell or High Water (2016). Podemos darnos por satisfechos
con esta película, que es un western realmente, y un filme de robo, persecución
y taloneo. Quienes escogieron el cast (Chris Pine, Ben Foster, Jeff Bridges)
pues no se confundieron. Tampoco se confundieron esos que capturaron tales
paisajes líricos y gigánticos y desolados de Nuevo México –qué paisajes. La
película la recomiendo en especial a un par de cineastas/guionistas locales, a
ver si aprenden a redactar diálogos. La escribió el mismo de Sicario.
(Contraluz publicada el 3 de
febrero de 2016 en Contrapoder.)
facebook.com/maurice.echeverria
contraluminoso.blogspot.com
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