Curtido (22)


Para qué invocar la jauría de esforzados lugares comunes –la clonada Jason Bourne (2016), la más bien plana The Shallows (2016), la infame reversión de Ghostbusters (2016)­, la estúpida Mike & Dave (2016), la de plano intrascendente Suicide Squad (2016).
           
Pues para ver esa clase de naderías mejor me pongo a ver The Voice en Sony (que de hecho me entretiene bastante) o uno de los debates presidenciales de los Estados Unidos (que es como ver SNL) o Star Treck Beyond (que nos da una especie de rato).
           
Pero de hecho preferiría concentrarme en algo más inescrutable y magnético. Por ejemplo The Neon Demon (2016). El autor es el danés Nicolas Winding Refn, de quien ya teníamos vistas algunas cosas, y es posible que incluso fueran reseñadas en esta comisaría llamada Contraluz. Puede que Drive (2011), aquel filme con Ryan Gosling, en donde hacía de conductor de escape. Seguramente reseñé Bronson (2008), con Tom Hardy, sobre el famoso–real convicto británico, una maravilla de película, bajo todos los cabrones estándares. Ahora nos ha tocado entonces ver The Neon Demon. Película oblicua, la referida. Es bella de trama pero sobre todo de tratamiento. Tiene grandes aires estetas. Nos introduce al estrechísimo mundo del modelaje, con sus perversiones, sus celos oscurísimos, sus atrocidades.
           
Uno necesita esta clase de experiencias fílmicas, porque ver algo como Café Society (2016), de Woody Allen, ya no muy que saca las cuentas. Lo mismo me pasó con Julieta (2016), de Almodóvar. Que sean cineastas superconocidos y superconsagrados no quiere decir que todo lo que producen es, factualmente, oro. Más bien tienden, ya con las venias de la gloria, a repetirse. O a sacar aberraciones. Como cuando Burton sacó en 2010 Alice in Wonderland, que masacró el libro de Lewis Carroll. Quizá la tengo en mente porque vi el otro día Alice Through The Looking Glass (2016). Es igual de mala que la otra, aunque la dirigió alguien más. Sin embargo sí la produjo Burton, cuya estética e interpretación siguen lamentablemente aquí vigentes. Ignoro si Miss Peregrine´s Home For Peculiar Children (2016), que fui a ver al cine y en 3D, también traiciona el espíritu del libro, pues no lo he leído. Pero de entrada es un material menos mamón que el de Alicia.
           
Correlativamente, son a menudo las películas de autores desconocidos y de bajo presupuesto las que nos parecen más entretenidas. Pensando en una peliculita que me encontré en Netflix el otro día, Time Lapse, con una noción simple: una máquina que toma fotos del futuro. No es la gran cosa, y sin embargo me sacó la noche.
           
Quiero cerrar esta columna hablando de una película británica llamada The Man Who Knew Infinity (2015), simplemente porque nos revela algo sobre el portentoso matemático indio Srinivasa Ramanujan, del cual yo nada sabía, porque nada sé de matemáticas. Su historia es suficientemente interesante.




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