Una pausa en el camino


Esta columna viene a ser una pausa en el camino: una pausa reflexiva. Me gustaría explicarle al lector cómo entiendo esta sección, que ha estado viva más de tres años.
           
Lo que he querido hacer aquí es reseñismo cinematográfico, pero no del tipo especializado, académico o impenetrable. Si algo he tenido claro es que esta sección no podía convertirse en una sección hipertécnica o criptoculta. No es que tenga nada a priori contra ese tipo de reseñismo, pero no es el que corresponde a este lugar ni a esta audiencia (no estoy escribiendo para Cahiers du Cinema, vamos). Por tanto, yo me limito a reseñar lo que un regular chapín ordinario y sin pretensiones encuentra en la calle, en el cable o en el streaming. Por supuesto, sería tentador seleccionar materiales fílmicos muy avanzados, dévicos y sublimes, pero considero que la cultura popular, mainstream y accesible, es de hecho extremadamente importante, así como Juan Gabriel es importante.
           
Escribo sobre materiales frescos, con un tono que también quiero fresco, e incluso desde una especie de marcada inocencia. La inocencia marca esta sección y su sección gemelita cerbatanera llamada Fotosíntesis (resultando natural para mí mancuernar cine y fotografía).
           
Tampoco es que queramos caer en la liviandad. Hacemos crítica accesible pero tampoco pendeja (y siempre desde cierta conciencia literaria). Y otra cosa es que tanto lo clásico como lo vanguardista encuentran aquí su sitio.
           
El formato es triple. A veces le dedico un texto entero a una película o un tópico cinematográfico. Así por ejemplo podría tomar la ya muy renombrada serie de los hermanos Duffer, Stranger Things, y agotar la columna en ello.
           
Otra estrategia corriente para mí es agrupar tres o cuatro filmes en una misma categoría temática o formal. Si la presente columna hubiese respondido a ese determinado esquema, acaso hubiera escrito algo sobre las películas de miedo que están disponibles en Netflix. Poniendo para empezar la intrigante y psicocúltica The Invitation (2015); o esa otra producida por Alex de la Iglesia, que nos ha gustado lo suficiente, llamada Musarañas (2014); y a lo mejor hubiera agregado la inteligente Triangle (2009); sin dejar afuera Silent House (2011); o la satánica Starry Eyes (2014). O quién quita y hubiera redactado una pieza sobre documentales (porque evidentemente no solo reseñamos ficción) de nuestros ídolos y músicos necesarios (un Keith Richards, un Joe Strummer, una Björk, un Snoop Dog/Lion, un Eagles, un The Police) (todo eso, por cierto, también lo pueden ver en Netflix). O ya de plano me hubiera puesto a hablar, como todo el mundo, sobre películas de superhéroes (Batman v Superman, Civil Xar o X–Men: Apocalypse). Me parece que se va entendiendo el mensaje.
           
El otro formato que utilizo frecuentemente es el de los curtidos, en donde pongo, sin mayor orden o concierto, todas las películas que he visto últimamente. Así que si esto fuera un curtido vendría con títulos como A Hologram for the King (2016, Tom Hanks, encantadora), la segunda parte de (la entretenida) Los ilusionistas (2016), Genius (2016, sobre la relación Max Perkins/Tom Wolfe), The Nice Guys (policiaco setentero con Russell Crowe y Ryan Gosling, 2016), o Gods of Egypt (que no gustó mucho, pero de hecho no repugna, 2016).
           
También es cierto que a veces escribo no de películas propiamente pero más de la experiencia del cine, tal y como se entiende genéricamente, o desde mi pura intimidad.




No hay comentarios:

Publicar un comentario