Mi mujer se fue

My man is gone, cantaba una sangrante Nina Simone, desde el centro de una babosa, a la vez corcovada y etérea, de sufrimiento. Pero a veces quien se va no es el hombre: es la mujer. Y a veces no solo se va: se muere. Dos y tres películas para aquellos a quienes se les murió la esposa.

Demolition (2016). Los críticos quieren demoler películas como esta, a pesar de que son películas que cumplen de modo muy cabal y con toda la poesía del caso los requerimientos de un ser cinéfilo sensible digamos un lunes por la noche. Me gustó: no poco. Más por atreverse a entrar en los extraños matices de realidad que vienen con el luto, obsesivos, poéticos, violentos, cómicos, catatónicos. Cuando se nos muere la esposa, la realidad presenta toda clase de aperturas poéticas y existenciales, por donde todo el orden se escapa, como el agua de la tina. El orden en este caso es el trabajo corporativo, la casa en suburbia, el bending machine, la rutina, el matrimonio perfecto. Todos hemos pasado por un momento cuando una estructura de nuestra vida, o nuestra vida entera, se cae a pedazos, liberando dosis masivas de dolor, pero también de magia y conexión. Esta película (filmada con frescura por un Jean–Marc Vallee, quien ya nos ha dado cosas bien recibidas tipo Wild o Dallas Buyers Club) transcribe esta caída, ese desplome. Es Jake Gyllenhaal, es Naomi Watts, es Chris Cooper, es un joven Judah Lewis. Y un soundtrack ejemplar.


A man called Ove (2015). Perdón que sugiera en este espacio un filme tan facilón, tan alighteado, pero creo que guardo cierto espacio (tampoco mucho) por esas películas que me tocan discretamente la sensibilidad y me alcahuetan estados mullidos de corazón. La presente es una película sueca –adaptación del libro– sobre un viejo bien chueco y amargado que busca suicidarse, tras la muerte de su esposa, por el cáncer, y fracasa notablemente. Y eso porque poco a poco va encontrando un lugar en el mundo, en su mundo, un pequeño mundo que es una colorida (dentro de marcos escandivanos) comunidad de vecinos. La película nos esboza su vida en tres o cuatro tragedias, mientras rinde las últimas vicisitudes de su senectud.


Roman Polanksi: A Film Memoir (2011). Netflix. Incorporé este documental–entrevista aquí, por razones obvias, pero sépase que va mucho más allá del asesinato de Sharon Tate. Es toda la vida del gran P, para nada fácil, y esa vida va enhebrándose con una filmografía esencial, como si indisociables. El documental surge en esa época cuando fueron a buscar a Polanski, para extraditarlo, me parece que en 2009, y puede considerarse un buen trabajo de PR, aunque de otra parte un documental de esta naturaleza pudo ir a ciertos lugares más hondos e interesantes. Tampoco es que carezca de profundidad y perspectiva, au contraire. Lo que me quedó claro es que Polanski, el de las historias perversas, es un terrón de azúcar. La entrevista vino a cargo de Andrew Braunsberg, colega y amigo del genio.





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