My
man is gone, cantaba
una sangrante Nina Simone, desde el centro de una babosa, a la vez corcovada y
etérea, de sufrimiento. Pero a veces quien se va no es el hombre: es la mujer.
Y a veces no solo se va: se muere. Dos y tres películas para aquellos a quienes
se les murió la esposa.
Demolition
(2016). Los críticos
quieren demoler películas como esta, a pesar de que son películas que cumplen
de modo muy cabal y con toda la poesía del caso los requerimientos de un ser
cinéfilo sensible digamos un lunes por la noche. Me gustó: no poco. Más por atreverse
a entrar en los extraños matices de realidad que vienen con el luto, obsesivos,
poéticos, violentos, cómicos, catatónicos. Cuando se nos muere la esposa, la
realidad presenta toda clase de aperturas poéticas y existenciales, por donde
todo el orden se escapa, como el agua de la tina. El orden en este caso es el
trabajo corporativo, la casa en suburbia, el bending machine, la rutina, el
matrimonio perfecto. Todos hemos pasado por un momento cuando una estructura de
nuestra vida, o nuestra vida entera, se cae a pedazos, liberando dosis masivas
de dolor, pero también de magia y conexión. Esta película (filmada con frescura
por un Jean–Marc Vallee, quien ya nos ha dado cosas bien recibidas tipo Wild o Dallas Buyers Club) transcribe esta caída, ese desplome. Es Jake
Gyllenhaal, es Naomi Watts, es Chris Cooper, es un joven Judah Lewis. Y un
soundtrack ejemplar.
Roman
Polanksi: A Film Memoir
(2011). Netflix. Incorporé este documental–entrevista aquí, por razones obvias,
pero sépase que va mucho más allá del asesinato de Sharon Tate. Es toda la vida
del gran P, para nada fácil, y esa vida va enhebrándose con una filmografía
esencial, como si indisociables. El documental surge en esa época cuando fueron
a buscar a Polanski, para extraditarlo, me parece que en 2009, y puede
considerarse un buen trabajo de PR, aunque de otra parte un documental de esta
naturaleza pudo ir a ciertos lugares más hondos e interesantes. Tampoco es que
carezca de profundidad y perspectiva, au
contraire. Lo que me quedó claro es que Polanski, el de las historias
perversas, es un terrón de azúcar. La entrevista vino a cargo de Andrew
Braunsberg, colega y amigo del genio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario