Había una vez una vida que además era un filme.
Las películas a continuación se inspiran en eventos verdaderos.
Concussion
(2015). El tipo avanza,
masivo, heroico, por el campo deportivo gringo–dominical; pero de pronto todo
se oscurece; no sabe qué ha pasado; un orangután lo ha tackleado. Con eso del
fútbol americano todo es formidable y épico
hasta que ya no lo es. Parece que esos jugadores/robles comienzan a mostrar con
el tiempo graves condiciones neurocerebrales, que los sumergen en la paranoia y
en la marginalidad radical, y un patólogo de origen nigeriano (Bennet Omalu,
representado por Will Smith) está determinado a probarlo. Pero para probarlo
tiene que hacerle frente a una poderosa institución llamada NFL.
The Walk (2015). Una película del año pasado que no obtuvo
la prensa que ciertamente yo hubiera querido. Es la historia del intrigante
Philippe Petit –¿visionario, poeta, loco?– quien cruzara el World Trade Center
en un hilo. Lo cual no es comprar una dona y comérsela. Una crónica minuciosa y
fascinante de aquella aventura, filmada con maestría por el prodigioso Robert
Zemeckis. Oda al espacio.
Life (2015). Ahora nos encontramos –años cincuenta– en
medio del intercambio que tuvieron Dennis Stock, el fotógrafo de Magnum, y
James Dean. Los actores son Robert Pattinson y Dane DeHaan. El ascenso de Dean
en la industria fílmica es inminente, aún contra su propia reticencia. El caso de Stock, inverso, es el de quien quiere
vorazmente ser alguien, artísticamente hablando, pero lo acosan las deudas y
problemas familiares. En esas circunstancias, un encuentro clásico.
Freeheld
(2015). Cronifica la lucha verídica
de dos lesbianas (siendo las actrices Julianne Moore / Ellen Page) por obtener derecho de pensión. Terrible
catch 22: como no pueden casarse, la pensión no ocurre; la pensión no ocurre,
porque no pueden casarse. Las autoridades alegarán, manipularán,
heteronormarán, harán lo que sea y cualquier cosa antes que honrar el principio
básico de la igualdad.
The
Fencer (2015). Pieza ideológica e
histórica. Tiene que ver con Estonia, que alguna vez, si recuerdan, fue ocupada
por los nazis. Esos nazis reclutaron –forcivoluntariamente– a estonios, que
luego, cuando su país pasó a ser de la URSS, fueron vistos como ratas traidoras.
En este contexto es que se desarrolla nuestra trama –una trama decente, me
parece– sobre un esgrimista virtuoso, Endel Nelis, quien, perseguido por la
policía secreta soviética, debe huir de Leningrado. Se dedica a dar clases de
esgrima en un pueblo mínimo, pero eso, en un giro de eventos, lo lleva de
vuelta a Leningrado. Una película muy hermosa, yo diría. Y tan humana. Estuvo
en el short list de los Oscar del año pasado, pero lamentablemente no pasó a la
selección final.
(Contraluz publicada el 27 de mayo de
2016 en Contrapoder.)
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